miércoles, 26 de julio de 2017

¡Mi gimnasio, libre de postureo, por favor! Como tener una vida sana sin morir en el intento.




Para los que os hayáis perdido con mis líos con Benihime y con Tontuela, me he apuntado a un gimnasio por los próximos 3 meses. Y después de seguir, otros tres meses y así, hasta que me tenga que ir a hacer la residencia (si por un casual me quedara, seguiría en el mismo gimnasio). No obstante, hay una pregunta que me plantea mucha gente y que nunca respondo, salvo casos muy puntuales: ¿A qué gimnasio vas? Y algunos diréis que qué bordería, que podría beneficiar a mi gimnasio haciéndole publicidad y tal. Pues ahora es el momento de explicar por qué no quiero.

La razón por la que no quiero decir a qué gimnasio voy es porque mucha gente de mi entorno es muy amiga del postureo y ya está en una forma física más fuerte que la mía porque llevan más tiempo yendo y no se acuerdan muchos ya lo que era ser del pelotón de los torpes. Además, cada vez que un sitio se pone de moda, se masifica, y mi gimnasio no es el gimnasio más grande de Albacete. No quiero pelearme por una pesa en una clase de entreno funcional. Pero la razón principal es el postureo: al gimnasio se viene a unir cuerpo y mente. Y si haces migas con los amiguis, compiyoguis, y puedes ligar mucho entre los tetes del gym o te conviertes en la próxima cachonda de Instagram a la que siguen todos los tíos de la ciudad y que presume de palmito de diosa griega y de vida crudiveganglutenfree Fitness de Nestlé, me alegro por tí, pero lo primero es enchufarse a la rutina quemagrasa y tonificante para que puedas comerte esa hamburguesa del Foster's Hollywood sin sentirte mal por ello. Lo demás, es innecesario y tóxico para los que te rodean. Tu deber es dejar el mundo, si puedes, si no mejor, igual que lo encontraste. No veo a muchas personas de mi entorno capaces de no hacer burla o comentarios jocosos del que va con la lengua fuera en clases de Cardio-Box mientras esas personas vuelan como pajaritos. No me los veo capaces de animar a las personas a ser mejores o a dar lo mejor de sí. Viven borrachos de su ego más de lo sanamente recomendable y necesario, y eso los convierte en pipol tope tóxica.

Y lo que es más grave, son una potencial distracción que te alejan de tu objetivo de estar mejor física y mentalmente. Otra forma de verlo. ¿Estudias igual en la biblioteca con gente normal que estando hincando codos al lado de Melania Trump? No, porque a Melania la querrías conocer y te pondrás de charleta con ella. Y lo mismo con gente que conoces un poco del hospital o de la facultad. Si los ves y están postureando o, lo que es peor, como diría Calle 13, esas nalgas de 14 quilates de pura boricua te hechizan y te hacen explotar la voluntad como palestino (somos humanos, tenemos ganas de follar), muchos seres con poquito espíritu o mínimo grado de automotivacion mandarán a la porra el planning del día y se pondrán a hablar, a coquetear con una persona que probablemente sea mentalmente más fuerte que ellos y les haga llaves de jiu-jitsu mentales, en el mejor de los casos les soloamiguearán porque es una buena persona y, en el peor de los casos, como hacen muchas, tienen al novio cerca, le silban y cuando te despiertas estás en el box 9 del servicio de Urgencias tras haber visto a San Pedro por unos minutos, porque el tío te ha dado hasta en el carnet de identidad (con parte de razón) y te has zampado las hostias sin saber siquiera de dónde venían. Por ello, si vienes de ser alguien que no ha sido el más querido ni el más popular, ni tampoco eres el principe de los posturetas, por tu salud mental y física, ve a un gimnasio en el que no conozcas a nadie, porque tías buenas hay en todos los gimnasios y, créeme, las chicas que conoces te van a parecer bastante feuchas, pero a estas no las conoces, y hay una barrera que te ayuda a ver, oír y callar, centrarte en tu cuerpo y entrenar. De vez en cuando, con disimulo y discreción, echas un ojo, pero... céntrate en ti y en tu cuerpo.

Otra de las razones por las que lo mantengo en secreto es porque el gym forma parte de mi restauración vital para un pronto retorno a la vida social y para alcanzar la mejor versión de mí mismo y los objetivos propuestos. No quiero que nadie me vea hacer un trabajo que tenemos que hacer todos en nuestra mismidad, en nuestra vida interior, con un compromiso adquirido con nosotros mismos. Además, el deseo de hacer deporte y estar más sano y fuerte física y mentalmente debe nacer de ti. No de querer ser el que se ligó a la guapa de su lugar de trabajo por ser un tete, sino de querer ser una persona que sea estimulante, equilibrada y capaz de vivir en un mundo que a todos nos es hostil e injusto.

Ahora os preguntaréis: Si hubieras coincidido con un compañero o coincidieras en un futuro con compañeros de trabajo, o no tuvieras más remedio que ir a un gimnasio en el que fuera medio hospital que conoces, ¿irías? Si, sin duda, pero advertido de los peligros del postureo y porque sé que en esa etapa estaré mucho más fuerte mentalmente, capaz de disociar la vida profesional de la vida personal mucho mejor y que ya tenemos unas edades y unos galones para estar serios y no hacer el imbécil. Además, el deporte es salud y eso prevalece a un entorno que eventualmente podría ser hostil,

Y con esto termina el post de hoy, que quiero ver los Soprano. Hablamos.

domingo, 16 de julio de 2017

No es país para hablar de política.

Soy español, y soy una persona que ha seguido de cerca la catársis política que ha vivido este país desde la caída del segundo gabinete del presidente Zapatero (cuyo principal legado es el matrimonio gay, la Alianza de Civilizaciones, la prestación de los 420 € de los parados de larga duración y Podemos, sin olvidarnos tampoco del mito de su ministra de cultura, apodada para los mármoles de la historia como la "Sindescargas", de infausta memoria para muchos internautas y muchos creadores). He seguido con interés el salto nacional de Ciudadanos y el nacimiento del movimiento político de Podemos, desde el día que apareció por primera vez Pablo Iglesias diciendo que a la derecha le olían los pies a franquismo hasta la fagocitosis del histórico Partido Comunista de España por parte de Podemos. Se han producido reformas importantes y un funcionamiento muy interesante e insólito del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, con una mayor variedad de posturas y en el que se ha escenificado un panorama que nos pone a un nivel democrático superior. Sin embargo, en la calle parece que aún el cambio político no haya llegado. España aparentemente está dividida entre rojos muy rojos y azules muy azules.Y es que desde el descalabro político del PSOE y su fingido giro a la izquierda (tan falso como el de Zapatero, que logró que cambiara el nombre de Izquierda Unida a Izquierda Hundida), España es un reflejo de sus creadores de opinión, divididos mayoritariamente en dos corrientes: los fans de Jorge Guillén y los que creen que no tuvimos bastante giro a la izquierda con Zapatero. Son radicalmente opuestos, pero, ¿sabéis?, son iguales. Igual de intransigentes e igual de incapaces de ver más allá de lo que sus líderes espirituales, con el pelo más o menos largo o la barba más o menos poblada, con más o menos cara de pantócrator románico, más o menos filobolivarianos, les comentan.

Los fans de Jorge Guillén creen en que viven atrapados en el poema Perfección, del mismo poeta de la Generación del 27: creen que el mundo está bien hecho desde el día 6 de diciembre de 1978, que nada hay que cambiar porque siempre todos (craso error) hemos vivido de maravilla desde que se firmó y entró en vigor la constitución. La Ley de Leyes es la sacrosanta excusa para no cambiar nada de la sociedad, aunque eso implique ignorar el mundo en el que vivimos y olvidarnos que estamos en 2017, no en 1978, que la Unión Soviética cayó y que el Muro de Berlín solo es un infame borrón en la historia de Alemania. Por su parte, los que creen que no tuvimos giro a la izquierda suficiente con Zapatero son unas personas que comparten la paranoia de la derecha, pero con otra dirección: creen que vivimos en una dictadura franquista (cuando hace más de 40 años que Franco falleció), en poco menos que un país fascista, machista, y clasista, absolutamente irrespirable, en el que todos los empresarios son unos malvados malechores y que cada movimiento político o económico procedente de una mano que no sea el Estado es poco menos que una infame conspiración neoliberal y heteropatriarcal prodecente del IBEX35 y de su cuñado Remigio, que es de la cuerda política opuesta y le han ascendido mientras él sigue cobrando el mismo sueldo desde hace 12 años.

Por muy diferentes que parezcan, ambos comparten un denominador común: separan a las personas, las enfrentan (recuerdo aquella Navidad en la que nos llamaron a votar y en la que probablemente más de un hijo perroflauta -que no hippilongo- o un cuñado autoparodia del calvinismo acabaron en el hospital o en el cuartelillo de la Guardia Civil) y lo que es peor, aspiran a mantener situaciones insostenibles para mantener ciertos intereses y ciertos principios en el poder que distan mucho de ser las familias o "la gente normal", el desarrollo industrial o el "rescatar a la gente antes que a los bancos". Y a los que piensan distinto de ellos, los llaman o "populistas", "inmaduros", "pichones", "peligrosos marxistas carentes De Dios" o "fascistas", "fachas", "cuñaos" (aquí, sin justificación". En definitiva, repiten consignas.

Y lo que es más triste de esto es que se creen que son súper abiertos de mente, cuando su mente va pareja con su sexualidad: se creen John C. Holmes o Emmanuelle, pero moral, sexual y políticamente son más estrechos que sus abuelos, combatientes de la guerra civil y/o fervientes católicos o seguidores de las directrices del Partido. Por ello, España es uno de los peores países para hablar de política, con permiso de Argentina, el Irán Islámico, Corea del Norte, Cuba, Venezuela o cualquiér régimen autoritario.

Hasta que los españoles no aprendamos a separar nuestros principios políticos de lo personal, hasta que los españoles no nos liberemos de prejuicios, este país va a estar en punto muerto, con 17 millones de personas trabajando para los demás y el resto viviendo, con mayor o menor grado de merecimiento, de los demás, y, lo que es más grave, incapaces de debatir de cosas serias. Y si esa intransigencia nos trae más Jorge Guillén con más fingido calvinismo o más progresismo dicho desde el salón de casa y desde una posición de condescendencia máxima que lo hace lo más hipócrita y menos creíble de la historia.