
Cuando tomas la decisión de hacer algo con tu existencia, apuntarte al gimnasio, intentar sacarme el permiso del coche, terminar la carrera (eso no es una obligación, es un deber para mí), tratar en lo humanamente posible de mejorar como persona y mejorar mi imágen física y espiritual y estás en un entorno que en un 90% no te va a reconocer ni bajo los efectos de la heroína que has mejorado como ser humano, como posible amante, como atleta y como ser social, y, ante tal frustrante realidad, decides, como ya he dicho en anteriores posts, que mi futuro se escribirá lejos de mi ciudad, en un nuevo y quizás mejor comienzo en otro lugar, entras en lo que se llama "la sala de espera": Has encontrado tus áreas débiles, conoces tu lugar, les estás poniendo remedio, pero eres consciente que para que ocurra dicha mejora se haga 100% efectiva te tienes que pirar, cortar amarras, hacer un hard reset y comenzar de nuevo en otro lugar, rezando a todo el santoral católico que todo salga un poquito mejor, porque aquí te han calado y no te van a dar más chances. Debes salir cuanto antes si no te quieres convertir en esas personas que solo sonríen el día que el cheque ingresa en el banco con el sueldo del mes y evitan así caer en exclusión social otro mes más, pues no tienen más apoyos que sí mismos.
El problema de la "sala de espera" es el siguiente: de ahí hasta que te quieres ir, hay un largo periodo en el que pueden pasar muchas cosas o ser como cuando el pueblo de Israel vagó por el desierto cuarenta años. O puede cambiar tu vida a mejor o, directamente, no cambiar y convertirse en un martirio que deseas que termine cuanto antes y aumentar tu deseo de huir y de empezar una nueva vida que, por favor, sea al menos un poquito mejor que la siguiente y tengas la buena fortuna de toparte con gente comprensiva y bondadosa dispuesta a darte ese nuevo comienzo y a darte la oportunidad de introducirte en un círculo social en el que se reunan las condiciones óptimas para poder tener aquellos logros que no se pagan con la Visa Oro. Has encontrado una puerta de salida, el botón de reset, pero hasta dentro de un rato no lo abren. Y te toca esperar. Te toca esperar y te sientes frustrado, te subes por las paredes. Ahora que has encontrado algo, que vaya usted a saber si será mejor, peor, mediopensionista o horriblemente malo, pero es la puerta que tienes que coger si quieres tener una ratio de probabilidades de éxito mayor que si te quedaras aquí y te dedicaras a lamer culos para limpiar tu nombre.
Quizás lo bueno que tiene la situación es que en la "sala de espera" hay mucho tiempo para pensar, hilar cosas, prepararse para el salto a la siguiente fase de tu existencia y, en suma, ver que todo puede ser del color de rosa. Pero también, si te persigue un pasado horrible, muchas malas lenguas y una serie de mentiras creadas en torno a una figura intransigente y autoritaria, quieres empezar a ver resultados cuanto antes. Y más cuando los últimos acontecimientos no te hacen sentirte el hombre más afortunado de la Tierra: intenté hacer una amiga (una amiga simplemente) y a esa supuesta "amiga" se la tragó la faz de la Tierra sin saber por qué porque no te dio ni una explicación y tenía hasta apalabrada la próxima quedada. Menos mal que tengo a mis amigos (los que de verdad me soportan, en las buenas y en las malas), la literatura, el gimnasio para ponerme fuerte y el permiso de conducir para hacer algo con mi existencia, porque si no... La sala de espera se me haría muy cuesta arriba.
Y tú, ¿estás en la sala de espera?
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